El legado secreto

Author

Luis Francisco Gómez López

Published

May 11, 2025

El monarca del imperio del sol miró a lo lejos la muralla que protegía su territorio de aquellas hordas que son centauros y duermen sobre las praderas. En su mente una idea le inquietaba acechando e inundando de incertidumbre su cabeza. Aquella serpiente de roca que envolvía su reino podría no ser suficiente para proteger su eterno legado. Dejar una huella en el polvo de la historia para que el viento del olvido borrara todo recuerdo lo condenaría a ser un hombre cualquiera. El y su preciada descendencia debían viajar por siempre a través de los ecos del tiempo.

Adivinos, brujos y consejeros fueron consultados para predecir lo que depararía la historia, más ninguna respuesta satisfactoria fue finalmente lograda. Sin embargo, una conclusión unánime en la mente del gran señor pronto surgió de aquellos confusos ejercicios que utilizan piedras, números mágicos y opiniones infundadas. El sacrificio es enorme para aquellos que quieren a toda costa sujetar la gloria en sus manos, pero a su parecer tan ínfimo en comparación a lo que puede ser alcanzado. Su mente de conquistador le permitió concebir un plan complejo y a la vez sutil por el cuál no sería por algunos jamás perdonado.

Mediante una proclama real se comunicó a la corte que su hijo de mediana edad sería entregado a tierras salvajes. Como una ofrenda de paz y mutua confianza su crianza estaría a cargo de aquella raza de centauros, aunque debía retornar a su padre cada siete años. La inocencia de un muchacho no comprende complicadas estrategias y el amor de una madre va más allá de la gloria eterna. No obstante, en aquellas tierras por tradición milenaria los lazos de sangre no permiten traición alguna ni la más mínima desobediencia. Los años progresaron y el muchacho aprendió a controlar las aves de rapiña para cazar presas en las estepas. Se inició en el arte del manejo del arco sobre el caballo apuntando a cortas y largas distancias y bebió la leche de yak que algunos consideraban erróneamente de color rosa. Amo la llanura plagada de tiendas más que los palacios de piedra que sofocaban hacia el sur la madre tierra, pero el periodo de su regreso estaba pactado. Retornar a su padre y hacia su antigua tierra lo llenó de tristeza tal cual como cuando partió de ella, mas nunca olvido el amor de una madre que tanto anhelaba y que él esperaba con brazos abiertos.

En aquella tierra olvidada, después de un largo viaje, sus ojos lograron palpar los recuerdos de infancia cuando su madre le señaló desde el balcón del palacio las intrincadas calles. La enorme estructura yacía intacta y de ella vio surgir a un hombre alto y viejo el cual le informaron que era el monarca. Los tambores cantaron e hijo y padre se reencontraron para hablar en el cuarto de guerra escarlata. Allí de los labios de éste individuo, que había olvidado, se enteró de la trágica muerte de su amada madre. Incluso de manera secreta algunas concubinas le indicaron que había muerto de una profunda e infinita tristeza. Por respeto a la tradición milenaria abandonó en pocos días aquel extraño imperio del cual ya no era de alguna manera participe.

Pasaron otros siete años y las hordas del norte lideradas por un extranjero azotaron las villas que limitaban con el imperio. Más tarde una a una de las ciudades que conformaban aquel reino se inclinaron y ofrecieron tributo a su nuevo dueño. La capital fue capturada e inevitablemente hijo y padre se reencontraron de nuevo. Esta vez en un papel de arroz aquel hombre viejo le entregó un mensaje, pero éste fue quemado y la respuesta inmediata fue la tortura, la sangre y el filo de una espada. Aunque nadie jamás lo leyó el antiguo monarca en letras doradas plasmó lo que había proyectado desde un inicio: - Hijo mío el imperio del sol es más débil que el caballo así que tú serás aquel conquistador que me lo arrebate de mis manos -.